martes, 11 de agosto de 2009

Con sabor a seda

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Sentada frente a una ventana tapiada me encontraba a la espera de una señal... una que me diese luz verde para seguir adelante. Bastaba con la más leve vibración. Únicamente hubiese bastado con eso para echar a volar, porque quedarse era como enloquecer a la serena persona que vive en mi.

Vivía pendiente tras tus movimientos, esos que me hacían tocar el cielo. Pero decidiste parar el juego conmigo y allí me albergaban besos sin sabor, abrazos vacíos, miradas indiferentes, caricias dolorosas que forjaban una personalidad ambigua. Y ¿sabes? En Roma ya no quedaba nada por compartir. No requiere mucha inteligencia el saber que le ocurre a la delicada flor si la privas del sol y no la riegas.

Fue entonces cuando llegaron esos instantes. Esos que me alejaban de la verdad, que consumían el dolor y enriquecían mi vida. Noches en antiguas y húmedas calles barnizadas por débiles luces, inhabitados rincones donde su paso es restringido para jóvenes lágrimas. Noches con nuevos aromas, nuevas texturas, nuevos sabores... Amanecía y el alma quedaba supeditada a la uniforme realidad.

Estar pero no estar. Esperando paciente a mover la ficha tras tu jugada para así asegurarme un poco más el danzar lejos de un paso en falso. Y a eso es a lo que siempre cantaba, la suerte jugaba sus cartas pero nunca acabé de entender el juego.

Pero como emprendedora de la idiotez humana volvía a rendirme ante tu tentación. Eso cada vez se clavaba más y lo que antaño era amor hoy únicamente se viste a medida en rencor.
Mi voz solitaria lloraba anhelando aquello que mi compleja persona buscaba y había encontrado. A pesar de ello volvía a caer, haciendo más profunda la herida.

Partir de un solo movimiento la ácida manzana. Una parte de mi huía de la realidad para regocijarse en tu calor. Descubriendo la magia y ocultándonos por el engaño. Manjar que sabía al más puro veneno, matándome poco a poco por dentro y variando al que me hacía creer en algo que ya había olvidado.

Y es por eso que me cansé de poner la otra mejilla, destrozando cada pequeño rescoldo de mi cuerpo. Me he cerciorado que cuanto más auténtica eres tu, más raros se vuelven ellos.
Fue ahí donde admiré lo desconocido. La virtud está en tu misticismo, ese que te hace tan admirablemente diferente. Ese que llamó a mi puerta y tropezó en mi camino, ese que peino por las noches, oculto bajo las sábanas y observo fascinada mientras duerme.

No soy merecedora de tal fortuna. Es una equivocación del destino... pero ahora no me arrebatará el caramelo saboreado de la boca. Por eso... le brindaré esa insatisfacción.

1 comentario:

  1. Hola Laura!
    Un texto muy duro, me ha impactado de verdad por todos los sentimientos que muestra... No conozco (aún) esas sensaciones de las que hablas pero creo entenderlas.
    Buff, no sé que más decirte, jeje, creo que ya lo has dicho tu todo en este texto, uno de los más claros y (corrigeme si me equivoco) sinceros que te he leido x aquí.
    Cuidate y sigue escribiendo!

    P.D. y si pones la letra de otro color más visible con este fondo te lo agradeceré mucho ;)

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