miércoles, 5 de agosto de 2009

Extraño el contacto con la gente...

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El vinilo sigue girando a pesar de que su cometido encontró el final. Ropa esparcida, competición de tenues luces... unas caídas ya en la batalla, el hielo derretido, la aurora desvelando al amante que no pecador...

Eso es lo que parece ser... únicamente mis manos no cesan de relatar cuando me encuentro embaucada por este sentimiento... éste tan característico... este que me susurra al oído todo aquello que mi alma regocija.

Si amas a esa persona... nunca permitas a tus manos descubrir su rostro. Nunca lo permitas si malas lenguas han velado por ti tras la fina y turbia capa de la envidia y la codicia. Cierra los ojos y danza sobre la delgada cuerda que pende desde las alturas. Porque si te mira a los ojos al mismo tiempo que dibuja en el aire un “te quiero” no necesitarás alas para echar a volar al tropezar.

¿No es bello el abrazo de reconciliación? ¿A caso no lo es el beso de buenos días? ¿No lo es dormir abrazada a él? ¿Lo es el observar mientras Morfeo le entretiene?
Yo sé que el amor puede curar un alma pero también se de buena mano que la falta de ello, te puede consumir.
Concédeme pues un momento más... tan solo un segundo... un instante... déjame besarte y luego dime... ¿qué es lo que sientes?
Porque... desnudar el alma no es tan sencillo como desnudar un cuerpo. Tan solo una palabra, un lapso de tiempo, una mirada privada de llegada... son suficientes para lastimarla.

Retémonos con la mirada a juego de una sonrisa pícara y rompamos el cristal del escaparate de nuestras vidas pasadas. Lejos... lejos de todo esto nos aguarda aquello por lo que yo estoy dispuesta a luchar, a conseguir, a proteger...

Como puedes comprobar aquí no todo es rosa y suave como la seda, aquí encontraras antiguas y nuevas astillas, venas secas y huellas suprimidas. Esto no lograrías comprenderlo en un único día.

Sentada junto a la ventana con mi pijama y mi sombrero de copa me decido a anunciar que no creo en el paraíso, que creo en el dolor, en el miedo, en la muerte. Creer definitivamente en aquello que mis ojos me permiten descubrir. Y es en estos breves que no únicos momentos de la vida en los que prestas atención al reflejo de tu cuchara y te das cuenta que nunca has dejado de ser tan auténtica.

Así pues, aquí permanezco... retando a la paciencia... aguardando sobre un tazón de cheerios, escuchando a los Beatles y pensando en Walter Benjamin y en su precipitado suicidio fruto de la incerteza y desesperación.
Y ¿sabes? Hoy danzando por las antiguas calles, he oído de forma furtiva decir a dos personas que el tiempo en Tokio había cesado.
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1 comentario:

  1. Este es el que por ahora he " entenido" más. Pero cómo ya he dicho antes, aun no estoy segura de lo que tengo que entender de tus escritos...

    ¿ Sabes porqué los leo? Te dejan cómo flotando...En serio, no se si es por el color del fondo de pantalla, la letra que no se ve bien o el conjunto de paranoias que te hacen olvidar lo que leías en la frase anterior... Pero te hace flotar.
    Cómo payasos y globos. Qué curioso.

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